Vo' Vecchio y el Canal Bisatto

Vo' Vecchio: el característico cuadro formado por Villa Contarini y las dos barchesse divergentes que abren la perspectiva hacia el brolo y el parque.

Así cruzamos la frontera entre las dos provincias y sin perder de vista el terraplén llegamos a nuestro primer destino: Vo' Vecchio, del latín vadum, vado y por extensión lugar de desembarco, una antigua estación fluvial. Hoy un lugar fuera del tiempo, con una plaza porticada tangente a la vía fluvial y la soberbia residencia de los Contarini, antigua familia patricia que daría hasta ocho dux a la República veneciana. Ya sabemos lo que pasó: en el siglo XV, la Serenísima estaba en pie de guerra contra los turcos en los mares, por lo que se resignó a la idea de ocuparse también de su tierra firme.

Las colinas Euganeas, fértiles campiñas y laderas de viñedos, ofrecen además una piedra de hender incomparable, la traquita rugosa con la que también se pavimentará la plaza de San Marcos. Todo convergía hacia el puerto en el Bisatto -sacos, barriles, piedras labradas- para ser embarcado en las barcazas, que lo descenderían en la corriente y luego serían remolcadas de nuevo hacia arriba por caballos. Es fácil imaginar la emoción que se vivía en el pueblo y en su taberna.

Tangente al canal Bisatto se encuentra la antigua plaza del mercado de Vo' Vecchio, porticada en dos de sus lados, antaño corazón palpitante del municipio y sus alrededores.

Al otro lado de la calle, más que una villa, la de los Contarini se llamaría palacio: planta cuadrada y tres pisos sobre rasante, escalera escénica y salones de paso. Desde las ventanas, sin embargo, se recupera su dimensión rural: los dos caseríos con arcadas; el brolo curvilíneo y más allá del parque la tierra ganada al mar con el telón de fondo de las colinas. Hoy todo sigue bajo el sol del verano: azufaifos y nísperos en un huerto olvidado; arrullos de tórtolas y voces lejanas; un zumbido de libélulas sobre los nenúfares del canal. El conservador de la villa es un tipo locuaz y al final la charla gira en torno a la comida: aquí los viernes los ñoquis, "vènare gnocolaro", son un precepto, y también los hacen a la veneciana: mantequilla, canela y azúcar. En la copa, un Bianco dei Colli Euganei: Garganega, Tai, Serprina, Pinella, Moscato... una mezcla intrigante.