Descenso por el Po - Día 2

Foto de recuerdo de la tripulación a la sombra de la draga Secchia, en el "Museo del Po y de la navegación interior

El río gira de nuevo hacia el norte y nos ofrece visiones de los trópicos: la garza Pomponesco, una colonia de garzas con cientos de nidos suspendidos entre los sauces; garcetas y garcillas nocturnas que van y vienen y se pelean; gaviotas indolentes que nos miran sombríamente al pasar. Unos kilómetros más y tomamos tierra de nuevo en Dosolo. Un amigo, Guido, veterinario y naturalista, un verdadero genius loci, nos espera. Nos introduce en los placeres de la llanura mantuana y acabamos parando a comer jamón, melón e higos con vistas al río. Partimos a regañadientes, esclavos del horario.

Una noche no programada bajo las estrellas... a la espera de que un mecánico local arregle nuestro fueraborda ....

Nos deslizamos entre los islotes de un tramo muy verde. En la confluencia del Oglio nos entran ganas de remontarlo hasta su histórico puente de pontones. Luego volvemos al Po y navegamos despreocupados hasta que pasa una buena. Bassofondo: la hélice se atasca, el motor se queda sin revoluciones y cuando se libera se queda sin aliento. Una parada forzada para entender algo y una rápida rendición a la evidencia de que nos hemos venido abajo. Menos mal que ahí abajo está el puente de Borgoforte donde podemos pedir ayuda. Moraleja: el motor en un mecánico, que se apiadó de nosotros, y nos resignamos a pasar la noche en una tienda de campaña en la playa de arena que tenemos enfrente. Cerveza y salchichas al fuego y charla de instituto hasta el anochecer.