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¿Dónde está?
El patrón de Padula es San Miguel Arcángel. Se le conmemora, como en muchos otros pueblos y parroquias dedicados a su culto, el tercer domingo de mayo. Cuando la estatua sale de la iglesia para la procesión, es recibida por una parvis adornada con primicias, especialmente cerezas, en su honor. Sin embargo, esta fiesta no es la única ni la más antigua dedicada por Padula a su santo patrón: un par de semanas más tarde, el 9 de junio, una segunda procesión, más antigua, lleva una estatua diferente de San Miguel Arcángel a la ermita dedicada a él, a las afueras de la ciudad.
La ermita
La ermita de San Michele Arcangelo alle Grottelle está situada a 750 metros sobre el nivel del mar, en la ladera del monte San Sepolcro. Un muro fronterizo y una puerta delimitan la zona sagrada. Una vez cruzado el límite, se accede a la gruta principal, dominada por varias aberturas, las entradas a las "grottelle", pequeñas cámaras subterráneas, casi capillas, dada la función sagrada de este lugar. Este entorno rupestre es muy evocador: la sensación de recogimiento que dan las paredes rocosas y la oscuridad se ve amplificada por las aguas del pequeño arroyo Notarcicco que, más abajo, desemboca en el Tanagro. Elementos fundamentales del culto son el altar, la estatua del arcángel, elegante y con la espada desenvainada, y los maravillosos frescos de las paredes, que datan del siglo XIV, cuando la familia Sanseverino estaba en Padula.
La procesión
Imagínese, pues, el esplendor del acontecimiento: es 9 de junio, una época del año a menudo soleada, con la naturaleza en todo su esplendor. La procesión parte de Padula: algunas personas llevan la estatua a hombros , otras la siguen mientras tocan instrumentos tradicionales y cantan himnos dedicados a la patrona, otras sostienen castillos de velas, un homenaje escénico típico de las fiestas patronales, y luego están los fieles, que cantan al son de las notas entonadas por los músicos y siguen jubilosos la procesión, abandonando poco a poco el pueblo para subir a la montaña, sumergiéndose en la naturaleza exuberante e inundada de luz. Y entonces uno llega a su destino: penumbra, temperatura más baja, el sonido del arroyo y los frescos antiguos que contemplan a los fieles y todas sus ofrendas... es como entrar en otro mundo, como si uno hubiera ido a la casa de San Miguel Arcángel, y es entonces cuando uno se reúne y casi puede sentir su presencia.
Un culto muy antiguo
Al fin y al cabo, se trata de un lugar sagrado muy antiguo, dedicado a una deidad pagana en la época del antiguo Consilium, que se encontraba al pie de la montaña. La caverna subterránea fue convertida al culto de San Miguel Arcángel por los bizantinos, que mantuvieron aquí su influencia durante mucho tiempo. Y es precisamente a la antigua Bizancio a quien debemos la anómala fecha de las celebraciones: el 9 de junio, de hecho, deriva directamente del emperador Constantino, que había dedicado en esa fecha un santuario en Constantinopla a San Miguel. Si, con la posterior llegada de los lombardos a casi toda Italia, la fiesta de San Miguel se trasladó a mayo (o, como mucho, a septiembre), aquí en Padula el antiguo rito nunca ha desaparecido, manteniendo un fuerte vínculo con la antiquísima tradición de estas tierras.