SHARRYLAND
¿Dónde está?
Qué es y dónde está
Ruinas romanas, la Via Flaminia, el Tíber... casi podríamos sentir que estamos en plena Ciudad Eterna si no fuera porque nos encontramos en Umbría, en una zona arqueológica alejada del bullicio de la gran urbe que nunca duerme. Aquí la visita transcurre al ritmo de nuestros pasos, a pie, por lo que queda de la antigua ciudad de Ocriculum.
Por qué es especial
La ruta atraviesa la zona arqueológica y pasa por los numerosos edificios públicos de esta ciudad: el Foro, la Basílica, el Teatro, las Termas y mucho más. A pesar de todos los siglos que han pasado, y de la decadencia que han traído consigo, si cierras los ojos casi puedes oír cómo Ocriculum vuelve a la vida, con las voces de la gente resonando alegres y animadas entre las piedras antiguas.
Para no perderse
En algunos puntos, la vida pasada también aparece por un momento a los ojos. En particular, en la Vía Flaminia y en la fuente. El lecho de la calzada, por ejemplo, conserva las marcas de las ruedas de las carretas, testimonio del tráfico de la época y de la importancia de la ciudad. La fuente, más humilde y ligada a la vida cotidiana, muestra orgullosa los signos grabados en sus balaustradas: se deben a las cuerdas que permitían recoger los cubos llenos de agua. Un gesto que ahora nos resulta impensable, pero que no ha soltado estas piedras durante siglos.
Un poco de historia
Los primeros habitantes de la zona pertenecían a la población de Umbría, y su asentamiento se encontraba en la colina que hoy alberga el pueblo de Otricoli. Cuando el territorio pasó a dominio romano, el asentamiento original fue destruido y se construyó uno nuevo río abajo, cerca de un recodo del Tíber, y dotado de un puerto, el Porto dell'Olio. Fue precisamente el puerto, junto con la Via Flaminia que llegaba hasta la ciudad, lo que hizo de Ocriculum un rico y floreciente centro de comercio de la época. Fueron las invasiones lombardas las que decretaron el abandono de Oc riculum y el regreso de la población a la colina.
Curiosidades
Lasexcavaciones arqueológicas en la zona de Ocriculum comenzaron bajo el papa Pío VI en el siglo XVIII. Muchos hallazgos de aquella época se trasladaron a Roma y aún hoy se conservan en los Museos Vaticanos. Los ejemplos más llamativos son una cabeza colosal de Júpiter y un pavimento de mosaico tan intrincado y bien conservado que el Hermitage de San Petersburgo posee una copia, mientras que el original se encuentra en la Sala Redonda del Museo Pío Clementino.
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