Mossa, los Preval y los lugares del Espíritu

Santa Maria dei Popoli

Es uno de los pocos edificios que uno encuentra en el encantador valle de Preval: un pequeño santuario blanco con una sencilla fachada a dos aguas, unas pocas pilastras que sostienen el tímpano y una ventana en forma de media luna que da luz al interior. Las líneas limpias y rectas destacan entre los alegres tallos de hierba y las hojas de los árboles que bailan al viento. Incluso el campanario no es más que una pequeña vela en el vértice de la fachada, que llama a los fieles de los alrededores, de dentro y de fuera. Es precisamente su misión de paz la que inspira su nombre: Santuario de Santa María Reina de los Pueblos.

El Santuario de Preval

Fruto de numerosas reconstrucciones, es difícil leer su historia a través de las estructuras que quedan, pero hay algunas huellas en su interior. La mayor parte de lo que vemos ha sido restaurado en tiempos relativamente recientes, pero algunos elementos saltan a la vista porque se presentan como una anomalía, casi una nota discordante en la regularidad del conjunto. En el presbiterio, en efecto, el enlucido blanco que cubre las paredes deja espacio, en algunos lugares, a una mampostería de piedra y mortero visiblemente más antigua que la mampostería circundante. Fue una elección tomada durante las últimas obras de restauración, cuando se decidió dejar al menos un espacio para los pocos restos del santuario salvados por guerras y calamidades. En resumen, estas piedras son supervivientes , y como tales merecen nuestra admiración.

La iglesia arciprestal de San Andrés

En elcorazón de Mossa, en cambio, hay un bello edificio de piedra aurisina y ladrillo construido entre las dos guerras mundiales y dotado de ciertas características que lo hacen inconfundible. Se trata de la Iglesia de San Andrés. Cuando uno llega frente a ella, enseguida se fija en el tímpano de la fachada, movido por suaves ondas que acompañan la mirada hasta su vértice con un diseño de inspiración rococó, pero también merece su parte de atención el portal de entrada: una magnífica portada de madera decorada con líneas sinuosas que recrean elementos simbólicos del cristianismo, espigas de trigo y sarmientos de vid, todo ello inscrito en un arco de medio punto de piedra con un marcado abocinamiento, casi un canto al estilo románico. La sorpresa se desvela cuando uno se concentra en la banda más externa del arco, donde se encuentra el soprapórtico. Se trata de un elemento calado que crea una especie de friso decorativo alrededor del arco, formado por suaves curvas y secuencias de cuentas que recuerdan los elementos de la naturaleza contados en el estilo Art Nouveau. Rococó, románico, Art Nouveau... una fina mezcla, cuando menos, pero hábilmente dosificada por las manos de su creador, el arquitecto Barich, encargado del diseño del edificio.

Detalle del portal

Elinterior vuelve a cambiar de estilo, acercándose más al neobarroco: el entorno consta de una sola nave, marcada por la alternancia de pilastras, capillas y compartimentos que conducen la mirada hasta el altar mayor. Los colores predominantes son los tonos blancos, rosas y cremas, animados aquí y allá por los colores más vivos utilizados en los frescos, principalmente los de la bóveda central, que narran tres episodios de la vida de San Andrés, y los del presbiterio. A lo largo de los muros se aprecia una cornisa saliente que los separa idealmente de la bóveda. Inmediatamente debajo de la cornisa corre un friso de yeso que se hace eco de la decoración del sopraportal, suavizando la separación entre el interior y el exterior.

Un tesoro de arte

No sólo el antiguo edificio sagrado: también se perdieron los antiguos muebles y decoraciones, que tuvieron que ser sustituidos por obras creadas durante el siglo XX. En Sant'Andrea, sin embargo, se han recuperado aquí y allá algunos elementos que tienen mucha, mucha historia detrás. El retablo, por ejemplo, llama inmediatamente la atención. Por supuesto, como en cualquier edificio sagrado, es la propia arquitectura la que llama la atención sobre el altar, pero aquí hay algún otro elemento en juego. El retablo representa el Martirio de San Andrés con anatomías bien torneadas, herencia de Miguel Ángel, colores intensos y una luz violenta, capaz de rasgar las nubes del fondo y esculpir los volúmenes del cuadro. Se trata de un planteamiento manierista y no, no es una imitación, sino un cuadro original de 1587 del artista toscano Durante Alberti. No se conocen bien los movimientos de esta obra a lo largo de los siglos, pero parece que el comisionado original era de Bolonia, y que fue en Bolonia, a finales de la década de 1520, donde el barón Antonio Codelli di Mossa se fijó en ella, y la señaló al entonces párroco como posible adquisición para la nueva iglesia.

Estatua de Nuestra Señora de Preval

Menos articulada es la historia de los dos altares conservados en las dos capillas a la altura del arco sagrado: de mármol policromado, datan de principios del siglo XVIII y proceden del santuario de los Preval, que tras los daños sufridos durante la Gran Guerra tuvo que esperar muchos años para volver finalmente a acoger a los fieles. El mismo destino de los altares corrió el que era el mayor tesoro del santuario: la estatua de la Virgen con el Niño. Realizada por un artista desconocido a partir de un bloque de madera de tilo, esta Virgen entronizada ha suscitado durante siglos el amor y la devoción no sólo de los ciudadanos de Mossa, sino también de los habitantes de los municipios vecinos e incluso de los de más allá de las fronteras nacionales.

Es a la Virgen a quien se atribuye la primera construcción del santuario de Preval. Se dice que un campesino encontró una imagen de ella entre la hierba y, por muchas veces que la llevara a la iglesia parroquial más cercana, la imagen volvía a su prado por la noche, hasta que los habitantes del valle se convencieron y construyeron un santuario sagrado donde se la habían señalado.