SHARRYLAND
Las campanas de las Highlands
Un concierto en Sib2 que sabe a tradición, historia y comunidad
¿Dónde está?
La catedral de Asiago cuenta con uno de los conciertos de campanas más admirados de la región del Véneto, y en una de sus novelas, Mario Rigoni Stern relata con cariño su agitada historia.
La Matìo, la Maria, la Giovanna, la Toni, la Rita y la Modesto
"Las seis campanas llegaron de Verona el 18 de marzo de 1922 procedentes de la misma fundición que las había fundido por primera vez en 1820. Sin los badajos pesaban un total de 97 quintales y se necesitaron dos grandes camiones para traerlas hasta aquí". Así escribía Mario Rigoni Stern en su novela Le stagioni di Giacomo (Las estaciones de Santiago ) sobre los bronces sagrados de la catedral de Asiago. Una prueba colectiva, la subida de las campanas al campanario, inmortalizada por una foto de época, con dos equipos de al menos cincuenta hombres tensados a lo largo de grandes cuerdas. "El Matìo era el más grande, de hecho el más grande, luego venían el María, el Giovanna, el Toni, el Rita y el Modesto. Por el nombre de estos santos eran bendecidos y así eran llamados ab antiquo, por su nombre, como personas de nuestra Comunidad". El escritor recuerda la práctica de dedicar las campanas a santos de devoción local, empezando por el patrón San Mateo, y luego la costumbre de nombrarlas familiarmente, ya que sus voces habrían puntuado la vida cotidiana de la Meseta.
A cada cual su tarea
Según la tradición, se tocaban así: el Matìo para el fuego de los fuegos, para alejar las tormentas, para convocar una reunión del consejo municipal; el Maria para el Ángelus; el Toni solo para el tránsito de los hombres; el Giovanna solo para el tránsito de las mujeres y los dos juntos, en flequillo, para los funerales; los seis, repartidos, se tocaban en las grandes fiestas, para las bodas y para la fiesta de los reclutas... Ésta era otra costumbre muy extendida: Invocar la ayuda divina alzando la voz de una campana determinada, que a menudo llevaba la fórmula propiciatoria fundida en bronce, por ejemplo " A fulgure et tempestate libera nos Domine", cuando debía alejar el granizo, o " Defunctos ploro" si debía tocar a muerto. Todas juntas entonces las campanas tocan a solemnidad. Un concierto de campanas, justificadamente famoso. Por cierto, para los que tengan oído musical, la clave del concierto, que hoy cuenta con ocho campanas, en la escala diatónica Sib2.
Una época difícil
El lugar de la recreación de Rigoni Stern es la plaza de Asiago, capital de la meseta conocida como los Siete Municipios. Las palabras de Rigoni Stern se refieren a los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial. En 1916, la ciudad había sido arrasada por los bombardeos austriacos y las campanas estaban destrozadas bajo los escombros del campanario. En sólo seis años, la catedral, dedicada a San Mateo Apóstol, sería reconstruida tal cual, la fachada neoclásica en hermoso mármol rosa de la Meseta, junto con el Ayuntamiento y los dignos edificios que completan el trapecio de la plaza.
Una vez finalizada la reconstrucción, la iglesia volvería a albergar esas pinturas que atestiguan la relación privilegiada de Asiago con Bassano del Grappa, en la ruta comercial que históricamente unía la Meseta con Padua, hasta el punto de formar parte de la diócesis de Padua. En el altar mayor, una Virgen entronizada con el Niño entre San Mateo y San Juan, de Francesco da Ponte el Viejo (c.1470-1537), y, en la capilla del Sagrado Corazón, un San Antonio Abad entre los Santos Justina, Lucía, Roque, Vito, Modesto y Crescentia, de Francesco da Ponte el Joven (1549-1592). Nombres de santos, que luego, no es de extrañar, se encuentran en las campanas.
Cuando cantan en coro
Una de las ocasiones más propicias para escuchar el toque pleno de las campanas es la Feria de San Mateo, que tiene lugar en septiembre, en el momento en que el ganado baja de los pastos de montaña a las llanuras, marcando el final del periodo estival. Era un momento de comercio, pero también un punto de encuentro para todas las comunidades de la Meseta, que se reunían en la ciudad principal. Hoy, como entonces, una oportunidad para pasear entre los puestos que exponen productos típicos, pero también cosas curiosas y extrañas. O, aún más cerca de la tradición, las campanas repican la tarde de la Gran Rogación, al final de la procesión propiciatoria del año agrícola, que se celebra desde el siglo XV el sábado anterior a la fiesta de la Ascensión, tocando varias localidades de la Meseta a lo largo de un recorrido de treinta kilómetros.
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