El salón de las colinas

Una vez reanudada la marcha, nos dirigimos a Cimano y, a continuación, atravesamos el biotopo de Acqua Caduta, un lugar de cuento de hadas escondido en los valles torrenciales que penetran en la espesura. Y como para rememorar los magníficos jardines de las más suntuosas cortes europeas, tras los juegos del biotopo Acqua Caduta, es el turno del castillo de Susans: inmerso en un espacio verde abierto, destaca con sus cuatro torres angulares y sus cuerpos centrales más bajos, en un conjunto sólido y elegante que invita a descubrirlo a través de su avenida de acceso y de una doble escalera que conduce a su puerta. ¡Una vista realmente regia!

En el castillo de Susans

Pero no tenemos tiempo para detenernos, nos esperan otras maravillas, como el pueblo de San Tomaso-Comerzo, una aldea de Majano: aquí, lo que desde lejos parece un conjunto de casas sencillas es en realidad un insospechado cofre del tesoro. En su interior, de hecho, se encuentra el evocador complejo del Hospitale di San Giovanni di Gerusalemme. Tomamos nota mentalmente: tendremos que volver a paso tranquilo para admirar estas antiguas piedras, pero por ahora la carretera nos lleva hacia adelante, y aquí el agua vuelve a convertirse en protagonista de nuestro pequeño viaje. De hecho, ahora estamos pasando por un lugar cuyo nombre revela gran parte de su esencia: "Soprapaludo ", que significa "de pie sobre el pantano", uno de los lugares geológicos locales relacionados con el origen morrénico que durante siglos ha alimentado las turberas, y con la particular conformación llana del paisaje que se arrastra entre los grupos de colinas bajas que se persiguen hacia Majano y hacia Fagagna. La explanada del "pantano" es evidentemente rica en agua y con poca vegetación alta. A poco menos de un kilómetro del pueblo se levanta un gran horno que hace tiempo que está en desuso, testigo de la relación entre el hombre y los recursos, sobre todo turberas, que ofrece este entorno.

A estas alturas podemos decir que nos hemos instalado y aclimatado perfectamente en este salón, tanto que ha llegado el momento de añadir una pieza más a este bello lugar: una copa de buen vino. Ni que decir tiene que a nuestro alrededor, entre arboledas, pequeñas colinas, huertas y granjas, aparecen numerosos y frondosos viñedos, algunos de los cuales aspiran a ser uno de los orígenes históricos más o menos acreditados del Picolit, un preciado vino típico friulano que sería una pena no probar, ¡quizá justo al llegar al pueblo de Rive d'Arcano con su castillo del mismo nombre!

Y después de haber recibido tantos honores y disfrutado de tanta belleza, ¡por fin podemos volver a San Daniele con el corazón lleno de gratitud y asombro!