El baile de Pantasima en Paganico

El baile comienza entre las luces y las sombras de la medianoche.

Los gigantes, la danza y el fuego

Esta noche, en efecto, están a punto de llegar los Pantàsime, y nadie quiere perderse su entrada. Aquí. Por fin se ha abierto la puerta del lugar donde se han estado preparando. La primera en aparecer en la plaza, como siempre, es la hembra. Una estructura cónica de casi dos metros de altura, hecha de cañas y papel, decorada con vivos colores. Tiene dos pechos abundantes, símbolo de fertilidad y buen augurio, y un rostro algo grotesco, apenas esbozado. Llega al centro de la plaza aclamada por los curiosos, pero aún falta uno de los protagonistas, el varón. Alto como ella, la saluda con una reverencia y es en este momento cuando resuena el saltarello, y comienza el baile. Siguiendo el tempo apremiante de la música, las Pantasimes se rozan, saltan, se inclinan, animadas por hábiles bailarinas en su interior. Y cuando el ritmo se vuelve obsesivo y frenético, llega el clímax del acontecimiento: se prende fuego a las Pantasimes. Impertérritos, los valientes bailarines siguen haciendo bailar a las marionetas, permaneciendo en su interior el mayor tiempo posible.

El bailarín no se rinde ni siquiera cuando las llamas empiezan a consumir la Pantasima.

Una antigua tradición

Lo que ahora es una fiesta es el vestigio de un rito arcaico, compuesto por varias influencias paganas: por un lado, hay un elemento sobrenatural, un gigante que aparece entre la gente, como un fantasma. Y el nombre de "Pantàsima" deriva precisamente de la palabra griega φάντασμα , phantasma, es decir, "que se muestra". Sus rasgos, sin embargo, son humanos: esto se debe a que con su danza, en medio del pueblo, Pantasima absorbe el mal que pudiera esconderse en la comunidad, y lo anula arrastrándolo al fuego purificador que la consume. El pueblo, liberado ya del mal, estaba listo para iniciar un nuevo ciclo vital. No es casualidad que tradicionalmente este rito tenga lugar en agosto: era el momento en que los pastores regresaban al pueblo tras la trashumancia y se reunían con sus familias: el final de un ciclo, que exigía ritos propiciatorios para lo que estaba a punto de comenzar.

Hábiles manos componen la estructura de juncos y la cubren con papel

De la memoria de los ancianos

Lo más probable es que los Pantasimes actuales no sean del mismo tipo que los que se utilizaban antes de los años treinta. De hecho, los recuerdos de los propios ancianos apuntan a imágenes de marionetas más pequeñas y con formas diferentes, con brazos en forma de jofaina y con rasgos faciales mejor delineados, quizá más acordes con el arte de representar modelos de cartón piedra. Era una oportunidad para dar rienda suelta a la inventiva en figuras humanas grotescas, a veces incluso tomando como modelos a algunos habitantes del pueblo. Incluso el procedimiento de construcción era algo diferente en aquella época: se llevaba a cabo en total secreto, bien oculto por las paredes del edificio elegido como sede. Sólo serían vistos por el pueblo cuando aparecieran realmente en la plaza, como auténticos fantasmas. Ciertamente, la comunidad sabía lo que se preparaba tras aquellos muros, pero la sorpresa al verlos sólo en el último momento debió de ser inmensa, amplificada por la expectación y la multitud congregada en señal de admiración.