Las marismas de Doganella

Para no perderse

Los cambios de estación traen cada vez nuevas emociones. Los prados que rodean el pantano, por ejemplo, acogen desde la primavera hasta el otoño a una gran manada de caballos salvajes que convierten el paisaje en algo casi poético. En los meses más fríos, en cambio, los charcos se convierten en una gran extensión de hielo donde la naturaleza parece descansar dormida, a la espera de la primavera. Y cuando llega la primavera, entre abril y mayo, la floración de los ranúnculos de agua transforma los charcos en alfombras de flores blancas, flanqueadas por el florecimiento de los narcisos. Un espectáculo sobrecogedor.

Un poco de historia

El lago Doganella existía aquí desde la prehistoria y era más grande de lo documentado hasta principios del siglo pasado. En la década de 1930, el lago se desecó mediante recuperación hidráulica y sus aguas se utilizaron para uso humano en los municipios de los alrededores. A principios de la década de 1960 se hallaron vestigios de presencia humana en la antigüedad: cerca del lago se descubrió la tumba de una princesa que vivió hace tres mil años.

Curiosidad

Quién sabe, quizá algún príncipe metido a la fuerza en la piel de un sapo siga frecuentando el lugar. Todos los años, de hecho, se acordona la carretera para que los sapos puedan cruzarla sin peligro. ¡Si esto no es un trato principesco! En realidad es una estrategia para proteger a las numerosas especies de anfibios que eligen las marismas como zona de cría, algunas de ellas protegidas y en peligro de extinción. Por eso, al final del invierno, el personal del parque, junto con voluntarios y asociaciones, prepara las famosas barreras que permiten a los anfibios llegar tranquilos a la marisma.