Celebraciones quinquenales en honor del Divino Crucifijo

A la espera de la fiesta

Lospreparativos duran meses porque se trata de una celebración con gran pompa y circunstancia: los adornos que pueden verse en las calles son verdaderas obras de arte votivas, los personajes que vestirán las mujeres son muchos, por no hablar de los niños, que se convierten en ángeles, pajes y pastores para la ocasión. Es un esfuerzo realmente impresionante, pero hecho con amor para prepararse a acoger dignamente al Divino Crucifijo, que sólo cada cinco años sale de la iglesia parroquial para la procesión entre los fieles.

Detalles de una túnica y accesorios

Las procesiones

Cuando por fin llega el momento, todo el pueblo se anima en una atmósfera mágica, entre tradición y espiritualidad. Las ropas, los adornos y el pelo despeinado de los Povesi son, de hecho, accesorios que les permiten dar vida a los acontecimientos del Antiguo y del Nuevo Testamento desfilando por las calles. No se trata de una recreación histórica, sino de una tradición de espiritualidad, un ritual que forma parte integrante del alma del pueblo, capaz de suscitar emociones incluso en quienes lo ven por primera vez.

Los momentos más sentidos de la fiesta son las dos procesiones con más de 600 personajes y la representación de la muerte y resurrección de Jesús. En la escena se alza triunfante el crucifijo del pueblo, de madera de olivo, tallado, según la tradición, por un peregrino bohemio en el siglo XV, como agradecimiento por la hospitalidad recibida. No es una obra grandiosa, no se hizo para ganar fama o crear sensación, sino que es una obra sencilla e íntima, como la fe y la devoción del pueblo.

Arcos ornamentales

Cómo se originó todo

Cuenta la tradición que, en el siglo XV, un peregrino bohemio que se dirigía a Roma, para corresponder a la hospitalidad del coadjutor de Pove, talló en madera de olivo el tan venerado crucifijo. Gracias a una anotación en el Diario del Ayuntamiento de Pove de 1797, sabemos que ya en aquella época el crucifijo se llevaba en procesión, pero aún no era la representación sagrada que conocemos hoy. Este aspecto del acontecimiento evolucionó con el tiempo, hasta el punto de que sólo tenemos certeza de su carácter quinquenal a partir de 1815.