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¿Dónde está?
Qué es y dónde está
La iglesia de Santa Lucía es un oscuro y colorido cofre del tesoro gótico que a lo largo de los siglos ha encontrado un espacio propio detrás de la plaza de Treviso, tras la iglesia de San Vito, en los cimientos del Monte di Pietà. Para entrar en él, hay que saber que está ahí: la fachada de ladrillo marrón es baja y la mirada se distrae con el pórtico aireado de la derecha o con la torre cívica que se eleva sobre el primer piso. En lo alto, el santo se ha hecho de rogar con la insinuación de una cruz y la de dos frontones. Hay que dejarse intrigar y entrar.
Por qué es especial
Hace muchos años, el gran historiador Luigi Coletti escribió que "los cortos 'spesseggiar delle colonne' que sostienen una bóveda cuadrada, la luz latente en estos espacios a los que se accede a través de pequeñas puertas, dan la impresión de estar en una cripta más que en una iglesia. Como si al entrar uno se hubiera olvidado de que había salido de una plaza mayor. En el interior, las naves varían de tamaño, pareciendo encajar unas con otras en el mejor de los casos, pero no se ha dejado de lado el espacio reservado a los sacerdotes, con una balaustrada coronada por bustos de mártires. En las iglesias medievales, uno se las apañaba como podía, pero cada cual tenía su sitio. Aquí, bajo un hermoso cielo pintado de estrellas.
Para no perderse
En esta iglesia, aunque pequeña, no falta la decoración esculpida y pintada al fresco. Son hermosas las Historias de Santiago el Mayor, San Cristóbal y San Antonio Abad, que hay que descifrar y volver a unir en las bóvedas algo dispersas. Pero la verdadera obra maestra no está en el altar mayor ni en los nobles muros. Nada más entrar, a la derecha se encuentra la pequeña capilla de la Crucifixión. Allí mira una Virgen poco divina (que quizá no sea "bosque" para las tabernas que abarrotan las calles de los alrededores), sosteniendo a un Niño torpe, inclinado hacia una mariposa, el "Pavejo" que da nombre al cuadro. En las dos esquinas altas, sin embargo, dos ángeles sostienen con gracia el telón de fondo. Al acercarse, se tiene la certeza de haber encontrado la obra de Tomaso da Modena que conserva la pequeña iglesia de Santa Lucía. No se ha conservado mucho del gran maestro del siglo XIV, pero estos retazos de pintura merecen una búsqueda en la penumbra.
Un poco de historia
A Tomaso se le atribuye la composición de las escenas pintadas en esta capilla, pero sólo suya es la mano de los ángeles. Desde luego, no se deleitaban en discusiones sobre atribuciones cuando veían la obra en siglos pasados. Sí, porque la iglesia de Santa Lucía debe su destartalada disposición a los arquitectos que hacían sus rondas en este rincón de la plaza donde antaño se alzaba la cárcel de la ciudad. Ésta se incendió en 1354, pero al año siguiente disfrutó de la compañía de Santa María de Carceribus (con sus frescos en la calle). Después, el Palazzo Pubblico, frente a la Piazza dei Signori, se extendió con un pórtico sobre San Vito, al lado, y sobre nuestra pequeña iglesia. Desde que los Trevisanos volvieron bajo el ala del Serenísimo León, el 13 de enero de 1389, bajo la dirección de Marco Zen, los espacios consagrados que quedaron tras la convulsión arquitectónica recibieron el nombre del santo mártir siracusano celebrado ese día.
Curiosidad
Detrás de la puerta por la que Santa Lucía se comunica con San Vito hay... una sorpresa. ¡Tiene que ir a verla!
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