Descubrir Tanagro

Según algunos, el agua tiene memoria: recoge sonidos, emociones y sugerencias a su paso y los lleva consigo, atesorándolos. Si esto es cierto, con más razón hay que afirmar que si hay un río auténticamente representativo del Cilento, ése es el Tanagro.

Nace en las montañas de Casalbuono como un humilde torrente, pero atrae hacia sí otros torrentes del Cilento, recoge sus aguas y las hace suyas, creciendo poco a poco hasta convertirse en un río a la sombra de la imponente Certosa di Padula. Pero también aquí continúa su labor de colector: se adentra en el Parque Nacional del Cilento, Vallo di Diano y Alburni, vuelve a hincharse y se convierte en lugar predilecto de diversas colonias de aves, así como de peces autóctonos como el alburno lucano y la nutria. Pero el agua, como sabemos, no sólo atrae a los animales: dentro del Parque Natural encontramos ruinas de antiguos templos, molinos y, alejándonos un poco de la orilla derecha del río, pueblos que han podido prosperar gracias al Tanagro.

Los montes Alburni y el valle del Tanagro vistos desde Caggiano

Recorriendo el Vallo di Diano, el río sigue su camino, pasando bajo puentes romanos, recuperando aguas que han explorado las cavidades de la roca, y vuelve a crecer, hasta llegar a Contursi Terme. Aquí, entre muchos pequeños manantiales, es finalmente el Tanagro el que desemboca en otro río: el Sele, con el que comparte la pertenencia al Parque Natural. Y será el Sele el que lleve lejos las aguas del Cilento, hasta que viajen libres hasta el mar.

Esto es el Tanagro: 92 kilómetros de naturaleza, historia y tradiciones nacidas del río y devueltas a él. Seguir sus orillas es dejarse guiar en el descubrimiento de tan inmensa belleza, a veces separándose del río para explorar los pueblos y las culturas que ha contribuido a crear, sólo para volver a él y continuar con la siguiente aventura.

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