El laberinto del Masone

Para no perderse

Al llegar al centro, uno se encuentra en un patio compuesto por varios edificios, todos realizados con ladrillos artesanales, típicos de Parma, para mimetizarse con el territorio. El elemento rompedor lo dan las formas, inspiradas en la arquitectura utópica francesa. Estamos a finales del siglo XVIII, cuando Boullée diseñó su enorme e irrealizable pirámide con una entrada arqueada. Saltamos directamente a 2015 con Ricci y el arquitecto Bontempi que redimensionan la utopía y trasladan el arco de entrada al interior con un volumen semiesférico que crea un nicho, un ábside. Una esfera injertada en una pirámide, un espacio sagrado dentro de un símbolo masónico.

Un poco de historia

Franco Maria Ricci ya amaba los laberintos de niño. Años más tarde, su amistad con Borges, muy aficionado al tema de los laberintos, hizo aflorar de nuevo esta pasión. Años más tarde, comenzó la larga fase de diseño y, a continuación, la realización. Un poco como en los cuentos de hadas, sin embargo, el héroe tiene que pagar el precio para alcanzar su objetivo. Así le ocurrió a Ricci, quien, para reunir los fondos necesarios para la realización del laberinto, se vio obligado a vender su editorial. Pero no se preocupe, no hay final feliz: la querida FMR vuelve a manos de su fundador.

Curiosidad

No todo el mundo cree que éste sea el laberinto más grande del mundo. Cuando Ricci confió su plan a Borges, éste le respondió que era imposible: no se puede construir algo más grande que el desierto, ¡esto es un laberinto enorme! Piénsalo: ¿no podrías perderte en el Sáhara? Así que Ricci, a quien le gusta convertir lo imposible en posible, decidió que el suyo sería el laberinto verde más grande del mundo. Demasiado para Borges.