SHARRYLAND
Iglesia de San Mauricio en el Monasterio Mayor
Auténtica joya del Renacimiento milanés
¿Dónde está?
Qué es y dónde está
La iglesia de San Maurizio al Monastero Maggiore podría pasar completamente desapercibida en el número 15 de Corso Magenta. Exteriormente, la fachada es muy sobria, cuidadosa de no llamar la atención, que los transeúntes suelen mantener concentrada en sus pensamientos. Si tan sólo sus ojos se distrajeran con ese volumen claro y vertical, podrían alcanzar los cuatro escalones de acceso y entrar en un mundo desconocido incluso para muchos de ellos, los doctores milaneses.
Por qué es especial
Y es justo tras el umbral donde se encuentra la verdadera joya que hay que visitar. Lo que desde fuera parece una iglesia de una sola estancia se revela en cambio como lo que es: un entorno más complejo, dividido en dos salas: una para los fieles y otra para las monjas del convento contiguo, hoy perdido. El conjunto es tan rico en obras de arte que constituye una colección <de lo mejor de la Lombardía del siglo XVI>.
No hay que perderse
Fue pintado al fresco por los mejores artistas renacentistas que trabajaban en Milán entre 1510 y 1575 aproximadamente, y muchos de ellos demuestran en algunas citas que estaban fascinados por la pintura de Leonardo da Vinci. En particular, los frescos de Bernardino Luini e Hijos son el mayor testimonio del arte de este artista en Milán, ya que en la capital lombarda se han perdido las huellas de muchas de sus obras. Le sigue el coro de madera de principios del siglo XVI, atribuido a Giovan Giacomo Antegnati, en el centro de la sala de las monjas, que aún hoy se utiliza para conciertos de música clásica.
Un poco de historia
Este edificio formaba parte de un complejo que fue el convento de monjas benedictinas más importante de Milán durante muchos siglos, hasta su supresión en la época napoleónica. La iglesia que vemos hoy es el resultado de una obra que comenzó en 1503 y se terminó en la segunda década del siglo XVI, diseñada por Gian Giacomo Dolcebuono.
Curiosidad
El rostro de una de las figuras representadas en los frescos dedicados a Santa Catalina presenta unos rasgos peculiares. Parece, en efecto, que el artista le dio el parecido de la viuda negra del Renacimiento milanés, la condesa de Challant. ¿Tiene curiosidad por conocer su historia? Pruebe a preguntar a alguien de la zona, ¡si tiene suerte descubrirá un asunto digno de los mejores libros de novela negra histórica!
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